"MEDIAOREJA" DE CUCALÓN

 

Pinceladas breves de una época (1900-1930).  

La historia que vamos a contaros se desarrolló en el primer tercio del siglo XX, período coincidente con el reinado de Alfonso XIII. Destacan, entre otros, los siguientes hechos históricos nacionales e/o internacionales: * La guerra africana (1909-1927) y la sangría que para España supuso en hombres y dinero. * La primera guerra mundial (1914-1918), en la que España mantuvo una privilegiada posición neutral ("aliadófilos" y "germanófilos"), con lo que la economía española tuvo un notable crecimiento y enriquecimiento del capital. * Dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930). Época de paz social, de prosperidad material, de fomento de obras públicas (carreteras, ferrocarril, alumbrado público...) pero que dejó problemas sin resolver, entre ellos la situación del campesinado.
En esta época, la agricultura experimentó una expansión continuada gracias a la difusión del arado de vertedera (que vino a sustituir al arado romano) y a la utilización de maquinaria agrícola (segadoras, trilladoras...) y de abonos químicos... En nuestra comarca, los avances llegaron a mitad de la década de los treinta. En Loscos, el primer arado con vertedera fue fabricado por Miguel Andreu (¡qué manos más divinas tiene este hombre! fue el comentario espontáneo que surgió al ver cómo surcaba y envolvía la tierra del campo de Las Viñas donde fue probado) para Saturnino Roche en 1934 y la primera segadora se estrenó en el verano del 36. Los pueblos de esta zona crecen en población de manera muy significativa en esos años. La tierra está muy repartida, no existen grandes extensiones ni grandes propietarios como se da en Andalucía o Extremadura, pero hay más gente de la que puede vivir de la tierra o del ganado. 
Existe una gran mayoría de propietarios que explotan directamente su propiedad, recurriendo ocasionalmente a logar jornaleros eventuales; unos pocos arrendatarios o aparceros que trabajan las tierras de propietarios con otros negocios (tiendas, botica...) o servicios (médico, veterinario...); propietarios de mínimas parcelas que necesitan para subsistir recurrir a trabajos complementarios, bien acudiendo a la plaza para ser logados en trabajos temporales (siega, vendimia...), bien en trabajos anuales (pastor); además están los dedicados a trabajos artesanales (carpinteros, herreros, cortantes...) y otros servicios. En la escala más baja se encuentran los jornaleros del campo, no tienen propiedades y viven de los trabajos ocasionales que se ofertan según las faenas. Muchos de éstos serán los primeros en marcharse a las ciudades pero mientras tanto pasarán hambre. Y como nos dice nuestro amigo y narrador de esta historia, Pedro Señalada, hablando de su pueblo y de esa época: "Cucalón era muy grande y había gente con mucha necesidad que lo pasaba muy mal. El hambre es muy mala, es lo peor que hay". No se puede decir más con tan pocas palabras.


Después de esta introducción, comienza nuestra historia.
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Serranía de Cucalón, 1906.

La banda de ladrones había sido detectada en la sierra, cerca del pueblo. Desde hacía un tiempo tenían atemorizada a la gente de la comarca. Buenos conocedores de la montaña se desplazaban por ella con soltura y desparpajo. Robaban por la noche aquí, se les veía durante el día por allá. Tierra con pobre agricultura, mantenía sin embargo considerable número de reses y cabras, siendo estos rebaños uno de los principales objetivos de los miembros de la banda. De tal forma era así que se decía en la zona: "Los enemigos de la carne son tres: Morrazos, Minchajos y Campés". Esos apodos pertenecían a los tres componentes de la banda más famosos. 
A este grupo de bandoleros se les había unido un joven de Cucalón de pocos haberes: Alejos García Zaragoza. Casado con Roberta, también de Cucalón, habían tenido hacía poco un hijo: Ángel. La necesidad de alimentar a su familia pudo ser, entre otras, una de las razones que le llevaron a participar en las fechorías que éstos realizaban. Como decíamos, los bandoleros habían sido localizados en la sierra. Algunas veces, la fantasía popular los situaba en dos lugares al mismo tiempo. Pero esta vez la información parecía ser cierta. Un labrador que se desplazaba desde Bádenas a Cucalón por el camino antiguo de caballerías, había visto movimientos sospechosos en una paridera del monte. Y así lo comunicó a la guardia civil, que rápidamente se pertrechó para enfrentarse con ellos. Alejos, parapetado tras una piedra, se enfrentó y disparó contra los guardias. En un momento determinado, mientras cargaba su tercerola, uno de los guardias civiles, sable en mano, le atacó por detrás y le lanzó un sablazo. Alejos vio la acción y giró la cabeza, apartándola, de tal forma que el sable le arrasó la oreja. Desde entonces le apodaron "Mediaoreja", pero la verdad es que le arrancó toda.

 

Cucalón, 1906-1929

Mientras Mediaoreja estuvo en la cárcel, Roberta crió como pudo a su hijo Ángel. Un escarceo amoroso con el tio Chito trajo como consecuencia quedarse embarazada y parir un chico que dejaron dentro de un capazo en un portal de Nombrevilla. Este hijo, bautizado como Domingo Campo Romanos y de apodo Chitolo, no tuvo nunca sociedad con ellos. Cuando la guerra civil, lo fusilaron por sus ideas avanzadas. Debía ir en la sangre. Al salir de la cárcel, Alejos vivió en el pueblo como uno cualquiera. Vino tan cambiado que incluso le dieron un cargo de responsabilidad: guarda de las aguas del molino de abajo en la acequia del Cañizar. Y vaya bien que las guardaba. No se adelantaba nadie, no. La gente le decía: "Oye, Alejos, cuando me toque de regar en esa tabla de panizo, pues ya me regarás y yo te daré lo que sea".

 

10 de Diciembre de 1929.

Como el pastor le había comentado la noche anterior que le faltaba una oveja, Roche "el estudiante", con la mosca detrás de la oreja, se fue a dar una vuelta a la paridera que tenía en el pueblo. Al pasar por delante de casa de Alejos, ve salir corriendo un gato con un chichorro en la boca y se dijo: "Ya está, éste ha sido". Y ¿qué hacer? Pues fue y dio cuenta a la guardia civil. Y al dar cuenta pues vino el cabo con un número y el juez de paz como testigo a inspeccionar. Antes de salir, el secretario le dijo al cabo: "Ándese con cuidado que esos sujetos son peligrosos". Pero al cabo, un jovenzano con muchos humos, le parecería que con eso de ser cabo y llevar un fusil pues que no le iba a pasar nada. Fueron los tres, llegan y llaman a la puerta. Alejos, abriendo la parte alta de la puerta, dice: ¿Qué desea, usted? A lo que el cabo con voz de mando le responde: "Venimos a hacer un registro de su casa" Y Alejos, con frialdad: "Bien, me parece muy bien". Mientras tanto en la cocina, Roberta, con serenidad, guarda la carne debajo de las amplias faldas y Ángel, con rabia, coge la astral y se esconde detrás de la puerta. Atraviesan el patio que es muy pequeñico, llegando a la puerta de la cocina. El cabo, impresionado por la oscuridad o la actitud de Alejos, se retrancaba de entrar allí, pero "Mediaoreja", le echa mano a la solapa y le dice: "Pase, pase, no tenga usted miedo". El cabo da un paso y entonces el hijo le pegó con l'astral en toda la cabeza. El otro guardia cuando vio eso se fue corriendo a dar cuenta al cuartel. Padre e hijo cogieron el fusil del cabo y todo lo que pudieron y se fueron al monte a esperar al pastor en la paridera. Tuvo suerte, Froilán, el pastor. El amo le había mandado a Lagueruela a recoger unas borregas que había comprado hacía unos días. Estando esperando al pastor en la puerta de la paridera, pasó por allí el tio Manuel Roche con un mulo y una carga de aliagas. Al verlo lo llamaron: "Eh, tú Manuel, ven aquí. Ves a casa la Roberta y que te dé una manta, que nos quedamos la tuya". "Pues ¿qué pasa algo? les dijo el hombre. "Nada, nada, que hemos matao al cabo". El hijo lo quería matar para que no los denunciara, pero el padre lo dejó marchar advirtiéndole que no los delatase. El hombre se impresionó tanto que le costó la vida, dicen. Mientras esto sucedía en la sierra, Pedro estaba dando las hierbas al ganado en la zona del Batán, junto al nacimiento de la fuente del Cañizar. Aprovechaba el abrigo de las canteras para tomar el sol de diciembre mientras el rebaño pastaba tranquilo. Ve acercarse a una persona a la que pronto reconoce: el tío Valero. La mirada vivaracha de sus trece años le hace percibir algo raro y el corazón le da un vuelco: ¡lleva una escopeta! y él nunca ha visto antes al "tío Chaquetón" con un arma. Llega y le dice: "Pedro, ¿has visto al tio Alejos?" "No ¿es que ha pasao algo?" "Pues que han matao al cabo". Pedro, asustado, no espera a la puesta del sol, coge el ganado y se marcha a casa.

 

Heraldo de Aragón, miércoles 11 de Diciembre. (Así contó la noticia Bernad, el corresponsal de Daroca:

"En el vecino pueblo de Cucalón, provincia de Teruel, perteneciente al partido judicial de Calamocha, se ha desarrollado un sangriento suceso, que ha consternado al vecindario. Un ganadero del citado pueblo venía notando con gran frecuencia la desaparición de reses, por lo que dio cuenta de la última descubierta a la benemérita. Éste sospechó de un vecino, de pésimos antecedentes, llamado Alejo García Zaragoza, y el cabo, comandante del puesto, acompañado de un número, acudió a casa de dicho vecino, para practicar un reconocimiento. Mientras el cabo penetraba en la casa de Alejo, custodiaba el portal el guardia. Sin que pueda precisarse cómo ocurrió el hecho, lo cierto fue que el cabo resultó con una gran herida de hacha en el pecho, que los médicos calificaron de gravísima. El guardia civil marchó inmediatamente al cuartelillo para solicitar la colaboración de sus compañeros, y este tiempo fue aprovechado por Alejo García y un hijo suyo, llamado Ángel García Blasco, para huir con el armamento del cabo. Varios números de la benemérita salieron en busca de los criminales, pero no pudieron lograr su propósito, porque el terreno, por el que se supone huyeron, es montañoso y cubierto de bosque. Se ha dado cuenta del hecho a la Comandancia de Calamocha, a la cual pertenecía el puesto de Cucalón, que ordenó se diera una batida por el monte, que no ha dado el resultado apetecido. Continúan las pesquisas para averiguar el paradero del padre y del hijo, causantes de la herida del cabo".

La noticia del corresponsal es bastante coincidente con los hechos. Difiere en que el cabo recibió el hachazo en la cabeza, a consecuencia del cual perdió un ojo. También apuntar que se comentó mucho por el pueblo cómo el guardia se fue corriendo al cuartelillo en vez de enfrentarse a ellos.
Durante varios meses recorrieron los montes de la Sierra de Cucalón y de Herrera, durante los cuales se fue creando la leyenda de "Mediaoreja", con algunos hechos reales y la mayoría producto de la fantasía del pueblo. Llegaban a un sitio y decían: "danos de comer, danos esto y aquello" y el que más y el que menos se lo daba. La gente decía: "hoy los han visto por tal punto", la guardia civil con sus caballerías iba a comprobarlo y mientras tanto ya se habían corrido para otro lado. La última vez que los vieron fue en Balconchán.

Balconchán, marzo de 1930.

El tocinero está a punto de salir para iniciar su trabajo de capador. Un vecino del pueblo entra en la posada y nervioso dice: "Han entrao dos en la cantina de "fulano" y me paice que son los de Cucalón". El tocinero, valiente y curtido en sus recorridos por los pueblos de la comarca, decide acercarse a la cantina con el propósito de echar un vaso de vino y ver si los reconoce. ¡Son ellos!. Consciente de la importancia del hecho, da cuenta rápidamente al alcalde. Toman una doble decisión, por una parte, mandar aviso a la Guardia Civil de Daroca y, por otra, mandar al chico del alcalde a recoger sarmientos a la viña y que vigile para ver dónde se dirigen. Cuando por la tarde subió la benemérita, el zagal les informó cómo se habían metido en una paridera que estaba cerca del monte y que no los había visto salir. La Guardia Civil rodea la paridera, dan dos tiros al aire y gritan: "Daos presos". El joven saltó por un portillo y se escapó. El viejo tropezó y se cayó. Y al caerse, lo mataron. El hijo, al ver que su padre no le seguía, brincó la sierra y se refugió en una paridera de Used, donde se pegó un tiro y se mató. Al verse solo, se fue de tiro a la muerte.
La leyenda de "Mediaoreja" se fraguó en esos meses que estuvieron huidos de la justicia. Las historias verdaderas o inventadas comenzaron a correr de boca en boca. Unas nos lo presentan como bandido generoso (1): 
"Volvía un chico de vender una carga de leña y su padre le había advertido que escondiera las "perras" debajo la albarda por si se encontraba con "Mediaoreja". Le salió al encuentro dicho bandido y le preguntó de dónde venía. El mozalbete le dijo que de vender una carga de leña pero que su padre le había dicho que no lo dijera por si se encontraba con "Mediaoreja" y le robaba. Entonces el bandolero le dio unas pesetas y le dijo que "Mediaoreja" sólo robaba a los ricos no a los pobres"

Otras dejan en mal lugar al cuerpo de la benemérita: 
"Se encontró el tío Gilico de Bádenas con la guardia civil y le preguntaron si había visto a alguien desconocido por allí. Él les respondió que a "Mediaoreja". Y al preguntarle por dónde había tirado, les indicó que hacia Fombuena. Y se fueron por el otro lado"
Y muchas más que podremos recoger si estamos atentos a lo que la gente de la zona recuerda y nos cuenta.

(1) José Antonio Adell Castán y Celedonio García Rodríguez, en su reciente libro "Historias de bandoleros aragoneses", nos cuentan este mismo suceso atribuido a bandoleros famosos en Aragón.
Agradecimientos. A la madre de Gabriel, compañero de Manolo, que nos contó sus recuerdos y nos puso en contacto con Pedro. A Pedro Señalada, que en compañía de su mujer María (q.e.p.d.) y de su hija Mari Carmen, nos recibió y atendió en el piso de Zaragoza, y cuya memoria prodigiosa nos ha servido para conocer un poco más de este personaje tristemente famoso en la Sierra de Cucalón.

Manolo Andréu / Guillermo Villanueva
Publicado en Oriche 37

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